En diciembre abundan las frases cargadas de buenos deseos, las salutaciones y los mensajes en que transmitimos (con mayor o menor convicción) amor, paz, calma, prosperidad... En paralelo, la Fundación del Español Urgente (Fundéu RAE) hace lo suyo al elegir la palabra del año.

Cerca de las fiestas, esa institución suele elegir un vocablo que condense los sucesos o temas más recurrentes, planteados por la sociedad y la prensa, en los últimos 12 meses. Su elección implica entender qué ocurre en el presente y en dónde está puesto nuestro foco vivencial, emocional e informativo.

Esta décima edición contempló 12 vocablos que se disputaron el título. Entre ellas, hubo una fuerte presencia de términos referidos a la guerra en Ucrania (ucraniano, gasoducto), la contaminación ambiental (ecocidio), la economía (inflación, topar, criptomoneda) y la innovación tecnológica. Finalmente, la ganadora fue la expresión compleja inteligencia artificial (IA).

Aunque resulta un poco sorprendente al pensar en los estragos bélicos y el deterioro ambiental que sufre nuestro planeta, el término gozó de una gran presencia en los medios de comunicación, así como en los debates sociales, debido a los avances desarrollados y varias reflexiones éticas derivadas.

“El análisis de datos, la ciberseguridad, las finanzas o la lingüística son algunas de las áreas que se benefician de la inteligencia artificial. Este concepto ha pasado de ser una tecnología reservada a los especialistas a acompañar a la ciudadanía en su vida cotidiana: en forma de asistente virtual (como los que incorporan los teléfonos inteligentes), de aplicaciones que pueden crear ilustraciones a partir de otras previas o de chats que son capaces de mantener una conversación casi al mismo nivel que una persona”, explicó la Fundéu RAE en su comunicado oficial.

Tras la aparición de la covid-19 este es el primer año en que la palabra triunfante no tiene nada que ver (al menos directamente) con la pandemia. El resultado deja ver una nueva realidad en la cual hay otros tópicos que adquieren fuerza y requieren proyectarse en el futuro.

Perspectiva lingüística

La IA es definida en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) como una “disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico”.

El concepto se incorporó al repertorio de la Academia en su edición de 1992, pero sólo a partir de 2000 comenzó a consultarse por él con mayor frecuencia.

Desde el punto de vista lingüístico, la Fundéu RAE eligió esta palabra por las consultas que produce su escritura.

“La expresión inteligencia artificial es una denominación común y, por lo tanto, lo adecuado es escribirla enteramente con minúsculas. Es también habitual el empleo de la sigla IA, que sí se escribe con mayúscula, y que es preferible a la inglesa AI (correspondiente a artificial intelligence)”, indicó la fundación en un artículo publicado en su portal www.fundeu.es.

Si fusionamos la tecnología con la lengua surge uno de los desafíos más grandes: enseñarles a las máquinas a emplear correctamente nuestro idioma y permitir que las palabras que afloran en la esfera virtual logren equilibrarse con el resto de nuestro bagaje ya aprendido.

“Sin ir más lejos, el lenguaje de la programación tiene sus propias reglas y códigos de buen uso. Hacer un paralelismo entre ambos sirve para entender la riqueza del lenguaje. Además son varias las instituciones referidas a la gramática, ortografía y lengua que utilizan la IA para optimizar los procesos de aprendizaje”, comentó el programador Esteban Bellarrosa.

Apuesta por la IA

Antes que imaginarnos robots típicos de las películas de ciencia ficción, la inteligencia artificial aparece constantemente en nuestras rutinas. “Elegir la expresión como palabra de 2022 pasa por una proyección. Hace al menos 10 años que la IA se volvió famosa, pero ahora lo que se pretende es su aceptación generalizada y normalización. En el presente contamos con una mejor difusión del tema y la inteligencia artificial se coló en actividades que no representan lo meramente científico o de nicho”, indicó el analista en sistemas Facundo Ruiz.

Por ejemplo, su presencia arrancó a destacarse en el rubro de la nutrición, la belleza estética, la preparación deportiva y las artes plásticas. “En los últimos cinco años también generó experiencias muy interesantes en el ámbito de las ciencias blandas; sin que haya una necesidad apremiante de aportar al progreso humano o subsanar una carencia. La IA ha logrado pintar cuadros con una destreza técnica absoluta, crear poesías de gran belleza y escribir libros”, acota el docente.

Además se encuentra hermanada con algunas transformaciones a favor de la conservación natural; como es el caso de la climatización de los hogares para evitar gastar energía en exceso o los relevamientos para detectar especies en peligro de extinción y alertar sobre la deforestación o presencia de agentes contaminantes en los océanos.

“Los planteos éticos que desencadena su uso es otro punto que la vuelve digna de mención. Son varias las instituciones y profesionales que exigen una regulación para evitar posibles daños de ciberseguridad o malas acciones. La IA queda bien como palabra del año si pensamos en las noticias falsas, las estafas, los hackeos y robos de datos personales que han ocurrido en el último período”, destacó Bellarrosa.

¿Qué palabras ganaron los años anteriores?

- “Vacuna” (2021): fue seleccionada debido a su fuerte presencia en los debates sociales, políticos, científicos y económicos. Se sumó a la confusión general que ocurrió al intentar escribir otros términos relacionados como los vocablos suero, antídoto, inmunización o el verbo inocular. Su voz y sus derivados estuvieron presentes durante todo el periodo en el portal de consultas de la Fundéu RAE. El concepto “vacuna” surgió en el siglo XVIII, luego de que el médico inglés Edward Jenner descubriera que la gente infectada por la viruela vacuna o bovina quedaba protegida de la viruela humana.

- “Confinamiento” (2020): la selección estuvo influenciada de lleno por la crisis sanitaria global. Este “aislamiento temporal y generalmente impuesto por razones de salud o de seguridad” transformó nuestra manera de vivir, relacionarnos y hablar. En el mismo año, la Real Academia Española modificó la entrada de su diccionario (DLE) para ajustar la voz a la realidad que experimentamos por la covid. Asimismo, frente al anglicismo lockdown, la palabra confinamiento resultó la mejor alternativa para representar lo que ocurría en los territorios hispanohablantes.

- “Emojis” (2019): la selección se enfocó en destacar el papel de estos pequeños símbolos en la comunicación. Los emoticonos y emojis ya son parte de las interacciones diarias entre las personas. Con un fuerte impulso en 2019, el vocablo fue elegido por su universalidad y la relación de los emojis con el resto de elementos que conforman nuestra comunicación (palabras, frases, signos de puntuación, etcétera). Además de destacarse su agilidad en las interacciones humanas y el agregado de matices gestuales que de otro modo se perderían sin el diálogo cara a cara.